En algunas ocasiones incluyo un fretless de cuatro cuerdas, mi primer bajo al que tras innumerables experimentos, pasó de ser una imitación de un modelo precision fretted común y corriente, a lo que es hoy en día, con dos cápsulas split-coil y un circuito pasivo que carece de control de volumen, en su lugar un selector de micrófonos, un switch para activar/desactivar el control de tono, y el potenciómetro de tono. Esto es útil para cambiar de un timbre opaco a uno más brillante rápidamente sin tener que estar girando la perilla a cada momento.
Rara vez llevo ambos bajos, ya que prefiero ser práctico, pero cuando esto sucede suelo agregar a la cadena un selector de línea, que modifiqué a partir de un footswitch Fender, así puedo conectar ambos intrumentos al pedal para seleccionarlos o mutear todo.
Para finalizar la cadena, el amplificador es un Roland CB-100, que a pesar de su modesta apariencia es un potente combo de 100 watts, puede simular 8 equipos de diferentes marcas, y también incluye varios efectos. La versatilidad de este equipo es sorprendente, tanto en vivo como en estudio ha dado exelentes resultados, y en estilos de música muy variados.
Para enviar señal a la consola principal, utilizo la salida XLR balanceada que trae el amplificador, esto reduce considerablemente la probabilidad de tener problemas técnicos, ya que ahorra el uso de caja directa.
Algo que con el tiempo ha dejado de llamarme la atención es microfonear el equipo, porque el sonido resultante depende mucho de la calidad del micrófono y de la posición en la que este ubicado, esto daría como resultado que en cada ocasión haya un sonido distinto y no necesariamente el más óptimo, si mezclamos la señal directa y la del micro, pueden haber realces o cancelaciones de frecuencias, por lo que lo más práctico es enviar la señal por línea.
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